septiembre 14, 2025

La Voz del Grito

Noticias

17 de octubre 1945/2022.Interpretando la Doctrina Peronista :»La reconquista del futuro“

Municipio_Quilmes_2021

SOLO EL PUEBLO SALVARÁ AL PUEBLO” Juan Domingo Perón 1968 

El fallido atentado contra Cristina Fernández de Kirchner dejó a todo el país sin aliento. Este hecho representa el intento de ruptura del pacto democrático que se instaló a partir de 1983. Este es el límite para las maniobras de proscripción, indisimuladamente anunciadas a quien representa los intereses de los sectores populares de la Argentina. Ese objetivo es una etapa más, del que se arrastra desde 1955: borrar al peronismo como opción política en nuestro país.

El fracaso del gobierno de Juntos por el Cambio en 2019 ha hecho más urgente e impúdico este histórico propósito. La creciente intensificación del lawfare sobre Cristina Fernández y gran parte de su equipo, que el partido judicial y la entente mediática coordinan con indisimulada impunidad, pretenden una proscripción que se constituye en un linchamiento mediático, a partir de falsedades construidas en la cultura de la pos verdad. 

Como lo enunciamos previamente, la matriz de fondo que ordena estos hechos, es la pertinaz intención de la destrucción, anulación, desnaturalización del Peronismo como expresión política, económica y filosófica que enarbola la bandera de la Soberanía Nacional. El atentado frustrado es la expresión liminal y simbólica de ese objetivo. Las siguientes paralelas explican esta histórica cruzada oligárquica de odio. Estamos a punto de celebrar 77 años desde el nacimiento del “hecho maldito para la oligarquía”; y acabamos de conmemorar 67 años de uno de los episodios, en realidad el primero después de la Organización del Estado, más brutales cometidos contra el pueblo argentino: La llamada “revolución libertadora”, rebautizada rápidamente por mérito propio como “revolución fusiladora”, que intento liquidar la experiencia peronista. No sería el único. 

Así como el 25 de Mayo de 2003, fue la segunda oportunidad para ese peronismo, que reivindica la Soberanía Política, la independencia Económica y la Justicia Social, como banderas de una Nación Independiente, un deja vú que nadie imaginó después de la fuga de la Alianza, el 17 de octubre de 1945, fue el kilómetro cero del peronismo; jornada que Scalabrini Ortiz describió con una sensibilidad que aun hoy eriza la piel: “El subsuelo de la Patria Sublevado”. Hay quienes dicen, sin ironía, que también lo fue del anti peronismo, bautizado como el“aluvión zoológico”.

Quizás por eso y haciéndolos parte, el peronismo los rebautizó como Gorilas, sumándolos a la Nación (zoológicamente hablando). De un lado un Movimiento que propone un País donde todos tiene lugar; del otro, un sector que no lo quiere y para ello, ha buscado la eliminación. Nunca el debate. Claro, el límite son los intereses que se defienden. El golpe del 4 de junio de 1943, que derrocó el Gobierno de Ramón Castillo, se propuso dar una respuesta a la crisis interna de la Nación, acción de impronta nacionalista, acompañada de una clara convicción industrialista. Era imposible industrializar, sin una fuerza de trabajo capaz de poner en marcha ese objetivo. En ese contexto, Perón aplicó la legislación laboral vigente, consolidó la instalación de los derechos laborales; la creación de tribunales del trabajo, garantizaron el respeto a esas, por parte de las patronales; promulgó el Estatuto del Peón (1944), que reconoció derechos a la mayor fuerza laboral de ese entonces. Un emblema del peronismo. El naciente peronismo comenzó a organizar la vida de los habitantes de nuestro suelo, donde se consagraron derechos del trabajador, de la familia, de la ancianidad, de la educación y cultura, derecho a la vivienda y a la salud. La elección de Néstor Kirchner, un outsider de ese momento, fue el resultado del respeto al pacto democrático. Llegó al Gobierno con escasa representatividad y muchos desocupados; y con una sociedad descreída y castigada por las promesas de bienestar y por la debacle de la crisis de la convertibilidad iniciada en la década del 90. Cristina Fernández de Kirchner, 12 años después dejaría un país ordenado y en desarrollo. El ingreso del trabajo representaba más del 50% PBI. La segunda oportunidad del Peronismo, el de la Comunidad Organizada en una Patria Justa Libre y Soberana, aún hoy sigue más pendiente que nunca. Como Perón en el 43, en otro contexto nacional e internacional, Néstor cumplió cada compromiso tomado durante su gestión. Su mandato, restableció la confianza en la política y ello se reflejó en el seno de la sociedad y en la evolución de la economía. A La primera reacción del poder que trató de diferenciar al gobierno del peronismo (que suponían domesticado). Néstor respondió “no hagan caso, lo hacen para bajarnos el precio, nosotros somos peronistas”. A la reactivación económica resultante de una gestión pragmática, le llamaron “Viento de cola”. Dos tiempos históricos del peronismo diferentes, con un mismo propósito. Bis a bis, los logros de Perón y, los de Néstor y de Cristina, respondieron a situaciones nacional e internacionales diferentes. Los resultados menos duraderos en el último periodo, obedecen al proceso de transformaciones económicas implementadas desde 1955, que llevaron a la debacle del 2001. Y que en el plano internacional atravesaron desde el pacto de Breton Woods hasta el Consenso de Washington, pasando por la globalización de los 70. De 2003 a 2015, fueron 12 años en un país y un pueblo diferentes, que volvieron al punto cero del peronismo, diferente del que conocimos entre 1945 y 1955, ya descrito. En 2003 Néstor sentó las bases para la recuperación productiva, el desendeudamiento, bajo la admonición de una de sus tres banderas: Independencia Económica. En 2006, pagó la totalidad de la deuda al FMI y con ello no solo desató a la Argentina de los condicionamientos que le impedían diseñar la política económica, sino que –además- fue un gesto simbólico que reivindico a Perón, que siempre se negó a ser parte del Pacto Breton Woods, que vio nacer al FMI, Banco Mundial, entre otros. Como no encontrar puntos homólogos en la visión de ambos procesos. Un país completamente diferente al que se encontró Perón en 1943. Dos países diferentes y un mismo objetivo: Recuperar la Soberanía. Las diferencias dan cuenta de lo ocurrido en los 48 años transcurridos entre la revolución fusiladora y el final de la convertibilidad. En 1955 no había pobreza estructural, había pleno empleo. En el 2003 la pobreza era superior al 60% y la desocupación cercana al 30%. En 1955, prácticamente el 90% de la economía estaba en manos de capitales nacionales y el Estado había recuperado y desarrollado herramientas estratégicas, como la Industria pesada,los ferrocarriles, puertos y comercio exterior. En el 2003, más del 80% de la economía estaba en manos extranjeras, más allá de algunas compañías, que figuran como nacionales, pero operan como corporaciones transnacionales. Hoy, la recuperación de un modelo económico soberano, sigue siendo asignatura pendiente. Entre 1955 y 2003 pasaron 48 años. En ese periodo, se desmanteló progresivamente el modelo productivo industrial y económico desarrollado por el Gobierno Peronista. Desde el Golpe de Estado, se instrumentó de forma casi ininterrumpida el desmantelamiento de la matriz productiva que el peronismo diseñó. Este proceso tuvo, y tiene hoy, su réplica en la política, como forma de legitimar el objetivo de recuperar el poder (económico) que el peronismo limitó. Para alcanzar sus objetivos, los sectores económicos y políticos que reniegan del peronismo, se han valido del poder militar y la represión, primero. De 1955 a 1972, todos los intentos, fracasaron. La violencia alcanzó niveles de masividad que empujó la salida electoral de 1973. La llamada primavera camporista, por su simbología, merece un capítulo aparte. Con Perón en su tierra, lanzó una convocatoria para debatir un Modelo Argentino, para un Proyecto Nacional, en un clima que – pretendía- fuera de participación popular. Su fallecimiento y los conflictos internos del peronismo, frustraron ese objetivo que derivó en la más brutal Dictadura de la que se tenga memoria, su objetivo era –en sus palabras- aniquilar la subversión, arrinconar el peronismo y condicionar las conductas sociales. El “Proceso de Reorganización Nacional”, intentó la reingeniería social y cultural, que abrió la puerta para profundizar el modelo de finanziarización y, continuar la extranjerización de la economía. Las luchas de los trabajadores, la crisis de 1982 y la vergonzosa Guerra de Malvinas limitaron, pero no impidieron ese propósito. Los costos humanos, por conocidos, no los reiteramos. El Pacto democrático de 1983, pareció estabilizar, la política; se sofocaron, parcialmente, estertores golpistas, con la movilización popular. La crisis del plan austral y primavera, sellaron la suerte del Gobierno de Alfonsín y pusieron el límite a la promesa alfonsinista. Conducido por los mismos sectores económicos, ahora en nombre del peronismo y la modernidad, con la promesa de “la revolución productiva y el salariazo”, impusieron el modelo neoliberal, que el consenso de Washington impuso en Argentina bajo la premisa de “achicar el Estado es agrandar la nación”. Fue el Caballo de Troya, fraude al contracto electoral, que dejó en manos de la Alianza y encontró su fatídico final en el 2001, con un saldo de muertos y pobreza impuesta de manera salvaje e indiscriminada, on la Alianza como responsables. El Gobierno de Duhalde, intentó suavizar la herencia que recibió Néstor. De una nación soberana de aquel entonces, fuimos empujados, aun en democracia, a un modelo que no tenía capacidad de decisión sobre nuestros intereses y riqueza. En síntesis, sobre el modelo de país que tenemos derecho a construir y disfrutar. Un camino que Néstor Kirchner reinició en 2003, recogiendo los valores más sentidos del Peronismo. Hoy, casi 20 años después, los sectores de poder, vieron la reedición de un modelo nacional y popular que recuperó, como ya señalamos, la confianza popular, la economía y la calidad de vida del pueblo, aunque, justo es reconocerlo, parcialmente. Con un Estado presente y protagonista del proceso, muy atravesado por los años de políticas antinacionales y el neoliberalismo, que también daño seriamente al peronismo. El triunfo del Frente de Todos en 2019, confirmó a los adversarios del peronismo acerca de la necesidad de extinguirlo como opción política. Esta guerra simbólica se ha reeditado con quema de barbijos, bolsas mortuorias, horcas, guillotinas y ahora con el intento de proscribir a quienes son sus mejores representantes, incluyendo la eliminación, simbólica (proscripción), o física, como hemos visto. Los mismos objetivos, diferentes metodologías. El peronismo es incompatible con el modelo neoliberal, en su variante más silvestre, o salvaje, basado en una economía de mercado y un estado bobo, cuyos efectos se vivieron en los 90’s y se reeditaron del 2016 al 2019. Modelo que representa a una Nación dependiente y carente de soberanía, ahogada por el endeudamiento, como estrategia económica, que la sociedad rechazó en 2019 y hoy padece y quiere dejar atrás, ahora. Aspira a un Modelo de Desarrollo con Equidad, basado en el trabajo y la distribución equitativa de la riqueza generada. Respetuoso de la actividad privada que acompañe el bienestar común de toda la sociedad. Un modelo al que nuestro pueblo se abrazó desde en 1945 y defendió mientras tuvo oportunidad. Lo volvió a hacer en 1973, en 2003 y ahora espera recuperar ese rumbo. Para comprender el desafío, recurrimos a estas líneas de la –aun vigente- Doctrina Peronista, que recogen esta identidad: “el trabajador, sin distinción de raza (origen) o sexo (género), tenga el derecho de obtener por su labor lo necesario para vivir con dignidad, de modo que le permita atender las necesidades propias de su subsistencia y las de su hogar. Buena alimentación, vestimenta adecuada, vivienda sana y decorosa; libre y alegre desarrollo físico y espiritual, y protección biológica y económica contra los riesgos sociales y profesionales”. Y del Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, una asignatura pendiente para los argentinos, “…la comunidad a la que aspiramos es aquélla donde la libertad, la justicia y la responsabilidad son fundamento de una alegría de ser, basada en la certeza de la propia dignidad. En tal comunidad, el individuo posee realmente algo que ofrecer e integrar al bien general, y no sólo su presencia muda y temerosa. Nosotros creemos en la comunidad, pero en la base de esa convicción se conserva un profundo respeto por la individualidad, y su raíz es una suprema fe en el tesoro que el hombre representa por el solo hecho de su existencia” Dos propuestas para una patria, que después de 4 años de neoliberalismo y dos de pandemia, vuelven a ser el principal desafío para una Nación que puede, y se merece más. Una Patria para todos, donde no sobra nadie.Manuel Enrique Pedreira Septiembre 2022